10.25.2007

arpillera para autorretrato

Al poner la tela en el bastidor me voy quedando sin ropa. Voy dejando la cabeza en el aire. Al recorrer el entramado del hilo con los dedos toco el cabello de mis viejas muñecas. Toco las amarras que mantienen mi cuerpo unido a la conciencia.

La ausencia de color me regala su ceguera y entonces quisiera no pintar.

Estiro la tela y mi abuela me narra sus sueños. Su voz es la de un cielo envejecido. Voy clavando la tela y el pensamiento se vuelve un ave que me revela en su cuerpo todas las imágenes. Me gusta ver como se va mientras lo cubro todo con el blanco de la creta y espero que vuelva quizá, como una mancha turbia, vulnerada por las cosas que suceden en la vida. Espero su arrojo en el lienzo. Como una costra de color.

10.21.2007

diego, mabel,

Marianne

Después de leer tantas cosas eruditas
estoy cansada, hija, por no tener los pies más fuertes
y más duro el riñón
para andar los caminos que me faltan.
Perdona este reniego pasajero
al no encontrar mi ubicación precisa
y pasarme el insomnio acodada en la ventana
cuando la lluvia cae,
pensando en la rabia que muerde
la relación del hombre con el hombre;
ahondando el túnel cada vez más estrecho
de esta soledad —en sí , un poco la muerte anticipada.
Qué bueno que naciste con la cabeza en su sitio
que no se te achica la palabra en el miedo,
que me has visto morir en mí misma cada instante
buscando a Dios, al hombre, al milagro.
Tú sabes que nacimos desnudos, en total desamparo,
y no te importa
ni te sorprende el nudo de sombra que descubres.
Todo se muere a tiempo y se llora a retazos,
has dicho.
Sin embargo,
es azul el cristal de tu mirada
y te amanece fresca el agua del corazón,
quitas fácil el hollín que pone el hombre sobre las cosas
y entiendes en tu propio dolor al mundo.
Porque ya sabes
que sobre todos los ojos de la tierra
algún día, sin remedio, llueve.

(enriqueta ochoa)

10.12.2007

la poesía es un rincón luminoso donde nadie puede hallarnos

Argentina, 7 de octubre del 2007

Cuatro son las puertas que, custodiadas por sus respectivos guardias, hay que franquear para ingresar a uno de los patios centrales de la Unidad de Detención Nº 3 de Rosario. Y si bien los guardiacárceles parecen estar habituados a la circulación del lugar, la mañana del jueves seguramente les habrá resultado más agitada de lo habitual, a partir de la llegada del contingente de poetas que se acercó para intercambiar palabras (escritas y orales) con los internos que participan del taller Historial de Soledades, proyecto que desde mayo de 2001 coordina Susana Valenti y que les permite descubrir en la poesía un "rincón luminoso donde nadie puede hallarnos".

Escrita prolijamente en el pizarrón ubicado al fondo de una amplia sala adecuada para la ocasión (según el evidente testimonio de sus amplias paredes de un blanco renovado, y de su única ventana elevándose con sus vidrios antes inexistentes), la frase se ofrecía como bienvenida a ese grupo de vates que, a partir de su participación en el Festival Internacional de Poesía de Rosario, decidieron formar parte de un encuentro con esos hombres que, privados de la libertad, descubren en las letras un medio desde el cual convertir los sueños en versos, en una vía para exorcizar sus soledades, su pasado y presente.

Lejos de transformarse en una exhibición de especies extrañas -el recluso por un lado, los poetas y su diversidad cultural por el otro-, la reunión se vio atravesada por un carácter general de camaradería y respeto en el que todas las voces tuvieron su lugar. Porque luego de un recibimiento de los internos que conmovió con su aplauso sincero (y que se correspondió, a su vez, con el de los invitados), Valenti ofreció una breve introducción que dio paso a la lectura de poemas.

"No siempre estos lugares concitan el interés de los poetas, hay gente reticente, temerosa, pero lo interesante es venir acá a darse cuenta de lo que es esta población, que es muy rica. Como poeta, en este momento de mi vida me ha marcado para siempre. Disfruto de este espacio, que no es fácil, pero es un espacio de resistencia y de libertad", apuntó la coordinadora, responsable de haber impulsado la edición de tres antologías que contienen las obras de los internos que participan del taller: Entre la oscuridad y la valentía, Condición circular -"A esta cárcel le dicen La Redonda. Y siempre decimos que el interno tiene un camino circular, va al gimnasio, a los talleres y después vuelve a su celda, es muy reducido su camino", explicó Valenti- y A centímetros del día -"Porque esta cárcel está prácticamente en el centro, a centímetros del día, la calle, donde pasa la multitud, pasan los otros", detalló-.

Fue entonces el momento de las palabras escritas, que se corporizaron en ese conjunto de voces heterogéneas, que se hicieron palpables en los acentos, las tonadas, en la timidez de los internos que, aunque conscientes del valor de los invitados, no se privaron de la posibilidad de exponer sus propias creaciones. El primer turno, sin embargo, fue para los invitados, y así pasaron el tucumano Javier Foguet con su poema del arúspice, el bonaerense Eduardo Mileo con el "San Cayetano" incluido en su libro Poemas del Sin Trabajo, la venezolana María Antonieta Flores, el sanjuanino José Campus, las porteñas Nilda Barba, Mora Torres y Teresa Arijón, el uruguayo Jorge Arbeleche y su cálida oda a un añorado guiso de la infancia, Allison Cooke y sus palabras que llegaron desde la Nación Cherokee de Norteamérica, el peruano Renato Sandoval, el español Javier Jover y la cubana Nancy Morejón con sus bellos versos a la hoja de papel, receptora de la inspiración poética.

Pero habría más voces extranjeras en la mañana, como la del ruso Viacheslav Kupriyanov, que luego de una introducción en su propia lengua, leyó la traducción al castellano de un poema dedicado a los pájaros y las jaulas. Por su parte, el colombiano Rómulo Bustos Aguirre rescató la figura del Sensonte (pájaro reconocido por su capacidad de emular cientos de cantos de otras aves) como una vía para hablar del silencio: "A veces, pareciera cansarse de ser tantos pájaros/ y ensaya un misterioso silencio./ Todo su adentro calla, como si se escuchara a sí mismo callando./ Como si descubriera que en su silencio habita otro pájaro, que canta suspendido en su ramal interior./ Es quizás entonces, más sensonte, que el sensonte".

Y si de sonidos silvestres se trata, el guatemalteco Humberto Ak`Abal permitió uno de los momentos más cálidos del encuentro, entonando un poema en su lengua maya k`iche, el "Cantos de pájaros" con el que retrató generosamente una fauna fantástica, siempre mediante sonidos entre vivos y guturales, a través de silbidos y chasquidos. Estampadas en los rostros de todo el grupo, las sonrisas oficiaban como claro reconocimiento a un trabajo sorprendente.

Llegaría entonces el turno de los participantes del taller Historial de Soledades. Silencio, noche, vida e infancia encontraron sus metáforas en las voces de Leonardo, Ariel, Horacio, Néstor y Mauricio, algunos de los representantes de un proyecto que integra y reforma a través de las letras. Proyecto que en la mañana del jueves recibió un espaldarazo de parte de ese grupo de creadores que se determinó a franquear las barreras del desconocimiento para introducirse en ese mundo plagado de límites (geográficos y de los otros). Como Fabián Silva, que a pesar de haber recuperado la libertad decidió volver a encontrarse con sus viejos compañeros de taller y ser partícipe del hecho histórico.

Y ese carácter de inédito no fue pasado por alto por ninguno de los asistentes. "La verdad que es una posibilidad que no te la da nadie, porque nosotros estamos presos, privados de la libertad, porque hemos hecho daño en la calle. Hoy tenemos la posibilidad de escribir y poder compartirlo con gente de otros países es algo muy lindo", reconoció Ariel, mientras que Horacio apuntó: "Es muy importante que poetas del exterior puedan venir a escuchar lo que uno escribe, dentro de este lugar en el cual me encuentro. Por un lado es como aterrador, pero por el otro muy satisfactorio, porque siento como que me expando y que lo que escribo sale hacia afuera, me siento libre".

Figura recurrente, las letras parecen estar instaladas en los talleristas como una vía de escape. "Buscando en el interior de uno encontramos muchas cosas que no podíamos hallar -analizó Javier-. Es ver más allá y decirlo como nos sale de adentro, ver más allá de estos muros, de los guardias, más allá de la muerte, porque en estos lugares está mucho el tema de la muerte. Ahora estando en un encuentro internacional nos muestra que se puede, que tenemos potencial. Que nuestra forma de vivir no era solamente vivir en un lugar marginado, o morir joven".

Entre los poetas invitados, la sensación corría por senderos similares. "Es una experiencia sui generis muy particular -apuntó el guatemalteco Rómulo Bustos-. Realmente debo decir que es la primera vez que vengo a leer a una cárcel. Me habían propuesto otras veces y siempre me he rehusado, porque me parecía que iba a ser una experiencia muy depresiva. Esto ha sido todo lo contrario, ha sido una fiesta. Porque hay un público especial, singular, receptivo y creador en la palabra. Me maravilló en algunos de los textos ese alto sentido de dignidad, de fuerza interior que lo preserva, que le crea una coraza. Realmente, debo decirlo, es una experiencia maravillosa".

"A la poesía la asumo como una búsqueda interior, la búsqueda de ti mismo. Yo, como creo que todos los seres humanos, he plegado un camino que está lleno de confusiones. A veces no sé qué soy realmente, pero cuando quiero saber qué soy, en algún momento que estoy muy confuso, entonces recurro a mi libro de poesía, y ahí me encuentro. Entonces si la poesía es una zona de encuentro con uno mismo, entonces la poesía ante todo es eso, libertad. Porque cuando tú te encuentras a ti mismo es cuando eres realmente libre, mientras tanto no, estás en cárceles de otro tipo. No son las cárceles de hierro, sino las que el mundo te impone. Porque creo que esta época moderna, industrial, es una época de cárceles, de cárceles sutiles, como el dominio de la mass media, la prueba más sutil y peligrosa de las cárceles. Sobre todo porque la gente no sabe que está encarcelada", agregó.

Ya disuelta la ronda que permitió la ordenada sucesión de lecturas, sobre el mediodía el encuentro ingresó quizás en su terreno más rico: el del intercambio anárquico y casual de historias, el de la humilde solicitud de autógrafos para esos invitados que, a su vez, se empapaban de los relatos de sus huéspedes. Orgullosa testigo, Susana Valenti no ocultaba sus emociones: "Estoy más que satisfecha, super emocionada. Yo soy bastante escéptica y digo que uno tiene que partir de la desesperanza y del escepticismo, porque tenés que manejarte con la realidad y a partir de ahí caminar y construir. Esto me demuestra que no todo está perdido".

(Por Edgardo Pérez Castillo, tomado de www.pagina12.com.ar)

10.05.2007

Él era un gigante -a veces un ogro- que me llevaba al parque en el verano. Cuando caminábamos me cogía la mano. De vez en cuando giraba la cara y me mostraba entera su dispareja construcción de dientes. La última vez me compró un algodón rosa, a mí no me gustaba, pero por verlo feliz era capaz de sumergir la cara en el azucar. Mientras mordía el vacío en esa nube miraba mi mano perdida en su puño moreno. Desde entonces me sabe dulce la piel oscura.

Siempre preferí sentarme en una banca a comer cóctel de elote y mirar a mis hermanos volar en los columpios. Dicen que en el sur hay un niño que cura a los locos columpiándolos fuertemente hasta que el terror les devuelve la cordura. Por desgracia el vuelo siempre acaba.

El gigante moreno duerme. Ahora sus ronquidos son la grave medida del tiempo. Tuve la suerte de -alguna vez- tener la estatura de los perros, y mirarlos a los ojos, comprenderlos. A ratos la altura que hoy tiene mi cuerpo me marea. Para reponerme debo parar en una esquina y llenarme de esa bruma que dejan los niños en la risa.

El gigante duerme abrazado de su almohada, varios perros descansan rodeándole el cuerpo, hinchando los pulmones y resoplando a su ritmo. Ahí tumbados parecen un montón de lomas creciendo y fugándose en la cama.

Antes, cuando él dormía, yo me acercaba a comprobar mi cara en su mano. A nadar en esa luz amarilla que despedía la pequeña lámpara de su cuarto. Ahora él prefiere dormir con la luz del faro que entra por la ventana y en vez de mi niñez a su lado tiene a los perros.

Cada noche el gigante se mece mirando un árbol que se mueve afuera con el viento. Su respiración en ese instante es la fuga de un mar en la oscuridad. Marea desapareciendo su cuerpo.

v

Hermosillo, Sonora, Mexico

algunos lugares

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