5.10.2009

epitelus

Mi casa se llama epitelus. Por la vereda del cerro mi casa se hace polvo tiernamiente. Mi casa se llama por fin. Es amarilla, del amarillo más feo que existe, tiene paredes de piedra y una chimenea que cambiaría por un miniesplit. Tiene taller y un patio que atardece bajo la luz que se cuela por la bugambilia, ahí habitan insectos que a menudo dan mordidas a los porros que dejan mis amigos bajo las piedras. Mi casa es una mecedora, un libro, una sonrisa. Desde afuera cae la noche y se ve como nace la luna entre las dos antenas que titilan sobre el cerro. Desde ahí baja la violencia, las piernas, la alegría. Y todo la noche la policia y las barredoras, hasta abrir los ojos, la caricia, y de nuevo el sol que ablanda las cosas, los dibujos que vendrán.

5.02.2009

onírico


Se suspendió la danza en el desierto. Me siento por fuera de casa a esperar lo que será de esta noche sin baile. Ahora la calle está vacía. Un grupo de peatones con tapabocas verdes me sacuden del letargo para llevarme a ese otro cuento que se teje en el aire de México. Un cholo les saca la vuelta con su bicicleta, va cantando ‘sólo tú’ mientras dibuja signos sobre el asfalto cual si bailara un vals con la bici. El cholo se pierde en la calle que sube al cerro, yo sonrío por el gesto romántico e imagino que los viandantes de la boca escondida también sonríen.

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Hermosillo, Sonora, Mexico

algunos lugares