Mi casa se llama epitelus. Por la vereda del cerro mi casa se hace polvo tiernamiente. Mi casa se llama por fin. Es amarilla, del amarillo más feo que existe, tiene paredes de piedra y una chimenea que cambiaría por un miniesplit. Tiene taller y un patio que atardece bajo la luz que se cuela por la bugambilia, ahí habitan insectos que a menudo dan mordidas a los porros que dejan mis amigos bajo las piedras. Mi casa es una mecedora, un libro, una sonrisa. Desde afuera cae la noche y se ve como nace la luna entre las dos antenas que titilan sobre el cerro. Desde ahí baja la violencia, las piernas, la alegría. Y todo la noche la policia y las barredoras, hasta abrir los ojos, la caricia, y de nuevo el sol que ablanda las cosas, los dibujos que vendrán.
9 comentarios:
Estoy feliz por ti. Pareces serena. Felicidades. Vientos.
M.
Estoy feliz por ti. Pareces serena. Felicidades. Vientos.
M.
Il postino suona sempre due volte. Tampoco te atascaré el blog...
Que estés bien Vene. Muy bien.
que bien que narras esa casa a faldas del cerro. me gustaría ser más caluroso en mi comentario pero mejor escucho esa barredora contigo.
Bruno
eso es una invitación a tu casa...
proximamente..
te diré y llevaré a una tienda donde venden cosas accesibles para que sigas vistiendo tu casa...
gilda maría
qué lindo venir a visitarte vestida de anónimo.
me encanta la descripción de ta maison
un abrazo, Venedig.
le piné
Una casa así, bien vale todo lo que sucede dentro y fuera. Felicidades.
ami me gusto la coyota que me comi jaja esta padre tu casa salud
mohamed
que un puñado de hormigas lleven tierra, para que sobre mì pueblen su casa...
a.b.
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