4.25.2012

La gran nube domesticada


Lux Boreal + Phillip Adams
LAMB
colaboracíón para Danzine en Un desierto para la Danza

foto de Laura Natalia Vargas
El cordero es el peón en la historia de la religión. Es la masa domesticada que se mantiene unida como una gran nube que, en manada, repite el absurdo rito para salvación.
Decía Freud que el origen del comportamiento de masas tenía que ver con la imitación de las jaurías de animales que el hombre arcaico cazaba, aquí uno se imagina un hombre violento  imitando llenas, lobos, bisontes, pero, ¿en qué momento el hombre comenzaría a emular a los borregos?
Con esta pregunta en la mente subo a las gradas, sin preguntar nada, dirigida por personas que desconozco, así precisamente, soy parte de la masa expectante, amotinada en el espacio escenográfico, esperando a que comience LAMB,  coreografía presentada por  La compañía Lux Boreal , bajo la dirección de Phillip Adams.
Phillip Adams explora las posibilidades de la danza contemporánea tocando los lindes de otras disciplinas escénicas,  para ejecutar esta dura crítica a la historia de las religiones, otorgando además a la audiencia la experiencia lúdica de habitar por unos momentos el escenario.
En el centro del escenario hay un voluminoso cuerpo desmayado. Cuerpo que se impondrá a los largo de la coreografía, como monumento de poder, contando por medio de sus acciones sobre los fieles  la historia del éxodo, del sometimiento, de la culpa,  de la fe.
Un personaje en ropa interior y con los hombros envueltos en algo que pareciera lana, comienza a saltar y gritar. En la esquina contraria comienza a saltar y  gritar otro personaje vestido igual, y así las resonancias de la imitación son una metáfora irrisoria de la propagación de la fe. A partir de ahí todos los movimientos de los bailarines en escena serán en masa,  empáticos, se revelarán en un desdoblamiento del cuerpo deseoso incluso de sufrir, de entregar su carne a la ocurrencia en turno de su lunático mesías. Al que por cierto adoran y le siguen en el trance irracional del rito.
Los espectadores, sobre las gradas somos la audiencia del espectáculo de la religión, que bien pudiera ser el espectáculo de un cruel jeopardi, donde la fortuna implica el sacrificio, la sangre. Frente a nosotros hay unos pequeños pianos rojos que suenan repetidas  veces tocados por algunos miembros del público, en un cacofónico y visceral ejercicio de interacción con la audiencia que de alguna manera, en los momentos álgidos, nos involucra más con la pieza en escena.
En el centro del escenario hay un lánguido cuerpo desmayado. Es el desnudo como terror, el desvestimiento del cuerpo para el final de una travesía. Una travesía del absurdo hacia la muerte. La esperanza  que buscaban las ovejas repitiendo el movimiento y el susurro de un rezo, y mirando más allá del cielo raso del teatro, se materializó en cadáver, queda la nube de lana, la masa más pura sobre la duela, pidiendo perdón.

Venecia López

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Hermosillo, Sonora, Mexico

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