3.31.2008

Jordi Isern


Jordi Isern. Encara no escrius perquè si, 2006. técnicas mixtas/hierro. 75 x 75 cm.


Jordi Isern. Haiku de Fuensanta 2, 2004. Técnicas mixtas/tabla. 49 x 70 cm.

En Barcelona conocí la obra de Isern. Fue una maravilla encontrarlo. Cuando salí de Hermosillo iba con mucha espectativa a cerca de lo que miraría cruzando el Atlántico, me emocionaba la pintura que encontraría, el arte; pero la verdad algunas veces en esta ciudad (bella de Miró, de Tápies, de Picasso) llegué a aborrecer los museos y las galerías, y yo sé que es todo por el -ocasionalmente tan frío- arte contemporáneo. A veces entrar a una exposición me resultaba tan placentero como mirar los cubitos de hielo en el refri. Por eso, cuando me encontraba con algo que respirara, una obra viva pues, me entusiasmaba muchísimo.

Cuando vi por primera vez la obra de isern, sentí mi piel como la vieja tabla de un pupitre de primaria. Un mueble viejo (la memoria) con un haiku grabado con navaja. La grafía en sus cuadros es en ocaciones un poema, y en otras, un signo incomprensible que sobrevuela la atmósfera y que no es necesario decifrar. Es bello y a veces perturbador como una plaga insectil. Su pintura con dibujos grabados provoca algo en las yemas de los dedos al mirar.

Isern también trabaja sobre hierro. La serie, de la que se desprende la primera imágen que aquí agrego, es pura sugerencia, bellísima. Son retratos y fragmentos de figura humana trazados sobre metal, pero con dibujos más ligeros superponiéndose, razgados apenas sobre la superficie. Dibujos ligeros hechos a la manera del chico que raya con el filo de una llave un carro ajeno.

Sus cuadros me parecen tan nostálgicos quizá porque son un retrato sobre ese letrero intervenido que todos miramos poblarse de nuevas marcas a diario. El rostro en su pintura es apenas una sugerencia, una huella accidentada en cualquier parte, podría ser la lluvia, el aceite, el hollín, cualquier marca, podría siempre haber estado ahi.

3.26.2008

la mujer del artesano

Para contrarestar tu nostalgia por los mares,
para menguar tus decepciones
-en las playas sucias y lodosas de tu infancia
sólo hay conchas raídas como botones ya gastados-
recorrí cajones de tiendas y vitrinas de coleccionistas.
O, más modesta, puestos de mariscos y pescaderías.
Conocí la anatomía del crustaceo y del cangrejo,
sus pliegues flexibles y sus coyunturas,
los bosques de percebes y sus copas nacaradas.
Vacié para ti esos personajes, amé su olor a yodo
-su carne fue a las sopas y a las ensaladas-.
Conspiré con la hormiga para llegar a impenetrables huecos.
Desnudé tortugas. Puse patas y pinzas al sol,
cuidándolas de la astucia y la glotonería del zanate.

De mi cocina siempre hiciste un estropicio:
en las hornillas corrieron ceras y barnices,
me fueron hurtandos los rodillos, piedras de molcajete y coladeras.
Amasé polvos de colores, di con la mano del metate
a duras piedras de cal emepecinadas,
renuncié a cuchillos, palas, tablas de picar.
Los vasos se llenaron de aguas cada vez más grises,
en ellos el ruido de los pinceles
arremedó el tintineo de las cucharas endulzando sus brebajes.

Dubujaste rayas indelebles en sábanas y duelas,
virutas coloridas y aceitosas se pegaron del mijo de la escoba.
Trapear era una sorda lucha contra un terco rastro de arcoiris,
cubetas y mechudos se tiñeron tras mi paso mojado
en el mosaico.
Desaparecieron las telas de mi canasta de costura
-¡y las tijeras!
En los baños, los abrasivos intentaban llegar al fondo
de tus uñas;
tuve una marca de color en el lavabo. A ratos la pasión
llevó olor de aceite; aroma de aguarrás anunciaba
en mi sueño tu venida.

Seduje al carnicero para traer pliegos de estraza hasta tu mesa
-sedientos bebieron de inmediato las tintas y líneas.
Desgajé el abrigo fibroso de la palma,
limpié la pelusa de las jícaras,
llegué con machetes al duro corazón del coco,
saqué pastas de tubos y con las yemas de los dedos
alisé las vetas de las tablas.
Pulí con piedras, remojé el papel hasta su punto.
Vi las texturas de la casa con los ojos soberbios
de quien puede deshilarlas.
Enhebré en bordados, caminé por los polvos y los lodos.
Largos años fui la mujer de un artesano.
Miré la tarde improvisar vitrales al chocar sobre los frascos
de las tintas.
Recuerdo haberte amado con mis manos.

(Elisa Ramírez)

viaje a Oaxaca









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Hermosillo, Sonora, Mexico

algunos lugares