5.24.2008

sincronía

El mundo está hecho con la misma tela del cuerpo.
(Maurice Merleau-Ponty)
Autorretrato XIX (1999)Francisco Toledo. Sugar lift, aquatint. 32.5 x 24.5cm




Camino por las calles del barrio, 'visible y móvil mi cuerpo está en el número de las cosas'. En la vitrina de una panadería queda una rebanada de pizza, mi hambre se parece a la del brasileño que ahora me mira desafiante, a mí me gana la risa por la competencia y él, astuto, entra al forn de pa y me gana con el trozo de pizza.

Prefiero olvidar el hambre y seguir mi trayecto a casa con la ligereza de una noche sin oscuridad, porque son las nueve y aún el cielo está claro. Y pienso que quizás la oscuridad no llega porque todos están relajados, y caminan a casa con el paso lento, la mirada perdida y los audífonos puestos, con bolsas de compras en la mano, con libros o pan. Total, no sé por qué, pero son las nueve de la noche y la noche no cae.

Mi cuerpo, que para las diecinueve horas ya ha sido rodeado por el sol, se siente extraño ahora.

Cierro los ojos y camino guiada por el tumulto de gente. Hay una música discreta en el roce de los abrigos, el movimiento de los brazos, en los pasos. Entonces me doy cuenta: es el mar.

En la transparencia de la noche, en el paso de la gente, en la mirada, está el mediterraneo.

Así que, aprovechando, dejo ir mi cuerpo por la calle Asturias, y una serena felicidad me llena de agua. Ya en la esquina me encuentro con mi compañera griega, que me saluda bromeando: qué ondas wey. Irremediablemente vuelvo a tierra.

Esas palabritas mágicas.






5.23.2008

amo a philip

Philip Guston. Anxiety, 1975. Oil on canvas. 57 1/2 by 80 1/4 inches (146.1 x 203.8 cm)

En 1966, a los cincuenta y tres años, a Guston le dedicaron en el Museo Judío de Nueva York una de esas exposiciones retrospectivas que tienen algo de canonización en vida, y que pueden ser tan letales como los honores oficiales hispánicos que le permiten a un escritor embalsamarse cada vez más hinchado en el licor oleoso y cabezón de su vanidad. A Guston aquel anticipo de la gloria le provocó el efecto contrario: cada vez se fiaba menos de lo que había estado haciendo hasta entonces; sentía la necesidad de limpiar la mesa de un manotazo; de olvidar lo que sabía; de quedarse a solas con los ojos muy abiertos delante de una hoja en blanco y de los objetos que rodeaban su vida y que durante muchos años no había querido pintar ni dibujar. Lo que quería ahora, dijo, era mirar como un hombre de las cavernas que por primera vez en el mundo dibuja un animal. Sobre una hoja de papel dibujaba con un solo trazo de tinta una línea curvada y diagonal que eran una ola rompiendo; una sola incisión de lápiz, casi en el centro de la hoja, en la parte superior, creaba en torno suyo la emoción del espacio, como un pequeño guijarro arrojado al agua. Qué ocurriría, escribió, si lo eliminaba todo excepto el sentimiento crudo y el pincel y la tinta, los medios más simples.


(Antonio Muñoz Molina. El dibujante renegado. Publicado en Babelia el sábado pasado. aquí.)

5.19.2008

la primera noche en mi ventana

El teléfono móvil me indica que son las 00:00 y los brazos encogidos que hace frío. Barcelona camina afuera. Sus tacones lejanos repiquetean por la acera y allá casi en lo inaudible la imagino hermosa. Escucho voces. El siseo de los viandantes sube por mi ventana recordándome que afuera está la noche inmensa con el vientre lleno de adrenalina.

Ele, mi compañera de piso, me invita a aguardar la noche con un té. Bebemos. En el salón de breve luz Ele me cuenta de la India, Grecia, Egipto. Mi compañera recoge su cuerpo en un sofá individual y desde ahí me convoca su voz a viajar. Yo la sigo (tropiezo con la gente, regateo un café, veo maravillosa arquitectura, me niego a comprar una túnica, me abrumo por las miradas que aseguran que soy una puta o un dolar). Me abruma también la belleza de lo desconocido.

Desde el otro sillón la llevo a Hermosillo y siento en la voz un solazo, lo que nos sienta muy bien porque hace frío. Ele sonríe.

Vuelvo a mi ventana. Afuera nadie pasa. Todo es silencio y luz de farolas. Sospecho que me he encogido y en vez de Barcelona llegué a vivir a una maqueta muy bien iluminada. Miro hacia las ventanas de enfrente dudando de la existecia de otra persona, encuentro una luz encendida en el tercer piso, la silueta de mi vecino se despega del ordenador y ahora creo que me mira. Tomo esta foto.

5.02.2008

si vendiera cuadros en el metro

traemos para usted, en una oportunidad única e inigualable, este retrato de Octavio Paz, de apoximadamente veinte por treinta centímetros. Con motivo de su aniversario luctuoso y para los fines más disímiles e inimaginables. Por ejemplo para refrescar boca y garganta puede leer Blanco y sentarse en un sofá a mirar el cuadro para curar también ese dolor de espalda. mil pesos le vale mil pesos le cuesta.

Para ese bonito detalle...

(óleo, resina y cera sobre madera. 30 x 20 cm. 2008)

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Hermosillo, Sonora, Mexico

algunos lugares

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