3.26.2008

la mujer del artesano

Para contrarestar tu nostalgia por los mares,
para menguar tus decepciones
-en las playas sucias y lodosas de tu infancia
sólo hay conchas raídas como botones ya gastados-
recorrí cajones de tiendas y vitrinas de coleccionistas.
O, más modesta, puestos de mariscos y pescaderías.
Conocí la anatomía del crustaceo y del cangrejo,
sus pliegues flexibles y sus coyunturas,
los bosques de percebes y sus copas nacaradas.
Vacié para ti esos personajes, amé su olor a yodo
-su carne fue a las sopas y a las ensaladas-.
Conspiré con la hormiga para llegar a impenetrables huecos.
Desnudé tortugas. Puse patas y pinzas al sol,
cuidándolas de la astucia y la glotonería del zanate.

De mi cocina siempre hiciste un estropicio:
en las hornillas corrieron ceras y barnices,
me fueron hurtandos los rodillos, piedras de molcajete y coladeras.
Amasé polvos de colores, di con la mano del metate
a duras piedras de cal emepecinadas,
renuncié a cuchillos, palas, tablas de picar.
Los vasos se llenaron de aguas cada vez más grises,
en ellos el ruido de los pinceles
arremedó el tintineo de las cucharas endulzando sus brebajes.

Dubujaste rayas indelebles en sábanas y duelas,
virutas coloridas y aceitosas se pegaron del mijo de la escoba.
Trapear era una sorda lucha contra un terco rastro de arcoiris,
cubetas y mechudos se tiñeron tras mi paso mojado
en el mosaico.
Desaparecieron las telas de mi canasta de costura
-¡y las tijeras!
En los baños, los abrasivos intentaban llegar al fondo
de tus uñas;
tuve una marca de color en el lavabo. A ratos la pasión
llevó olor de aceite; aroma de aguarrás anunciaba
en mi sueño tu venida.

Seduje al carnicero para traer pliegos de estraza hasta tu mesa
-sedientos bebieron de inmediato las tintas y líneas.
Desgajé el abrigo fibroso de la palma,
limpié la pelusa de las jícaras,
llegué con machetes al duro corazón del coco,
saqué pastas de tubos y con las yemas de los dedos
alisé las vetas de las tablas.
Pulí con piedras, remojé el papel hasta su punto.
Vi las texturas de la casa con los ojos soberbios
de quien puede deshilarlas.
Enhebré en bordados, caminé por los polvos y los lodos.
Largos años fui la mujer de un artesano.
Miré la tarde improvisar vitrales al chocar sobre los frascos
de las tintas.
Recuerdo haberte amado con mis manos.

(Elisa Ramírez)

5 comentarios:

overcast dijo...

que hermoso poema

Omar Bravo dijo...

Muy hermoso, mucho.

Gracias Venetia.

Un abrazote.

venecia lopez dijo...

Ayer vi a Hidrogo, ya saben, puro corazón el pajarillo. Me hubiera encantado que estuvieran, chicos. Besos y abrazos viajeros.

Daniel Teran dijo...

Wow! Estan geniales tus ultimas obras, en particular me llamaron mucho la atencion las que te aventaste con soporte de lamina, le da un acabado muy interesante! Saludos Venecia! que estes bien!,
Ya estamos en Barza!
Saludos !
Dany.

venecia lopez dijo...

gracias Dany. Saludos hasta la Barça!

v

Hermosillo, Sonora, Mexico

algunos lugares